Una entrevista de trabajo es algo así como una extraña reunión de negocios. Te pasas muchas horas preparándola, pero, a pesar de toda tu investigación, recogida de información y preparación a conciencia, normalmente tienes poca o ninguna idea de en lo que te estás metiendo.
Un día, te encuentras en una entrevista con gente inteligente e interesante, que se muestran ansiosos por escuchar tu opinión sobre el sector, el progreso de tu organización y de tu propia trayectoria profesional. Al día siguiente, es posible que te entrevistes con un clan de neandertales, que te tienen esperando en recepción durante cuarenta y cinco minutos y luego te acribillan a preguntas insultantes y sin sentido que crisparían a alguien de cuarto grado. En las entrevistas de trabajo se intenta dar gato por liebre. Como demandante de empleo, tienes que estar preparado para cualquier cosa.
Cuando en una entrevista de trabajo te encuentras con preguntas estúpidas y cansinas como «¿Por qué deberíamos contratarte?», o «¿Cuál es tu mayor debilidad?», probablemente tendrás que esforzarte por reprimir el impulso de suspirar, hacer gestos o abandonar la entrevista por completo. Se podría pensar que después de cincuenta o sesenta años de artículos sobre cómo entrevistar a la gente, deberíamos haber evolucionado más allá de esas entrevistas de locos, pero no todos los directores o jefes de recursos humanos parecen haberse enterado.
La mayor locura en cuanto a preguntas sin sentido en una entrevista es que existen tantas alternativas. Podemos preguntarle a los candidatos: «Si usted fuera nuestro CEO, ¿qué haría de manera diferente?». O bien «¿Cuál es tu mayor logro profesional hasta el momento, y por qué? «, o» ¿Cómo echarías por tierra un enorme proyecto y lo volverías a hacer surgir con el tiempo?».
Se puede preguntar a un candidato acerca de su vida y metas profesionales. La variedad de temas concisos y sustanciales que es posible abordar con los solicitantes de empleo es casi ilimitada. Entonces, por qué debería alguien recurrir a una pregunta tan estúpida como «Con tantos candidatos de talento, ¿por qué deberíamos contratarle a usted?». La verdadera respuesta, «¿Cómo diablos voy a saberlo, Jackson? Usted es quien ha conocido a los otros candidatos, ¡no yo!», es probable que desemboque en un repentino fin de la entrevista. Entrenamos a nuestros clientes para responder a la pregunta «¿Por qué usted?» de manera reflexiva, sin tener que rebajarse ni recurrir a una respuesta como «Porque soy inteligente y trabajador, soy leal y ahorrador, y ayudo a las ancianas a cruzar la calle».
«¿Por qué deberíamos contratarlo?» es una pregunta de entrevista estúpida porque se le está pidiendo, exigiendo, de hecho, al candidato que se someta y se presente ante el perro dominante del entrevistador. El entrevistador te tiene a ti y a tu currículo en la sala, ahí sentado esperando a cualquier cosa que se le ocurra preguntarte. Así pues, ¿por qué debería pedirte que te compares con la gente que no conoces y que probablemente nunca conocerás? Es como una invitación a la humillación. Lo mejor es que ignores la invitación y digas esto:
«Esa es una gran pregunta. Creo que es por eso por lo que estamos aquí, de hecho, para determinar si soy la persona adecuada para este trabajo y si usted es la organización adecuada para mí. Sinceramente, no me siento capaz de afirmar si debería o no contratarme , porque no conozco la cultura ni los objetivos de empresa de la misma manera que usted. Usted conoce la organización, se conoce a sí mismo y a su estilo de liderazgo, y ahora ya sabe un poco sobre mis antecedentes y mis perspectivas. Estoy seguro de que usted va a contratar a la persona que mejor se ajuste al puesto, y que si el universo quiere que los dos trabajemos juntos, así será».
La siguiente pregunta que suele suceder a la anterior es «¿Cuál es tu mayor debilidad?». Se trata de una pregunta muy personal e impertinente. ¿Es que se supone que todo el mundo tiene que acudir con debilidades? ¿Y qué pasa si en realidad nos encontramos completos y bien en este planeta, perfectamente capacitados para realizar nuestro trabajo?. El concepto de las debilidades inherentes y de la lucha por mejorar nuestras carencias, es un argumento puritano inútil y desgastado. Deberíamos haberlo desechado hace años. Pero todavía los entrevistadores hacen esa pregunta a perfectos desconocidos cada día.
Podrías responder: «El chocolate» con una amplia sonrisa para defenderse de preguntas tan indiscretas, pero un entrevistador que se siente cómodo preguntando a los candidatos acerca de sus debilidades, no es probable que quede fuera de juego tan fácilmente. Si te presiona, puedes sonreír y decir «Yo solía obsesionarse con mis debilidades cuando era más joven. Incluso consulté manuales y asistí a clases para corregir lo que yo pensaba que eran deficiencias. Con el tiempo me he dado cuenta de que mi trabajo no consiste en hacer un poco mejor aquello que no se me da bien, como [técnicas de captura de moscas] y [el código Morse]. Mi trabajo consiste en mejorar realizando aquello para lo que soy bueno y que puede servirme de ayuda a mí y a otras personas, como el diseño gráfico y la redacción de textos publicitarios».
Algunos entrevistadores con discapacidad intelectual podrían preguntarte: «Si fueras un animal, ¿qué animal serías?» Si posees una inclinación cínica, puedes responder «me gustaría ser un tiburón, y así no tendría que dormir y podría trabajar todo la noche». Puedes decir lo que quieras. Cuando vuelvas a casa y recapacites sobre la entrevista y la posibilidad de trabajar para esa empresa, es posible que llegues a la conclusión de que la vida es demasiado corta para trabajar entre gente que hace ese tipo de preguntas.
Estoy a favor de añadir un poco de diversión cuando el momento y lugar son adecuados. Una entrevista de trabajo no es el lugar para preguntas tipo parvulario del ¿y si…?, que remotamente pueden ayudar a una empresa a realizar una mejor selección de personal. Si deseas atraer y enganchar a gente brillante en tu empresa, tu primera prioridad debería ser el tratarlos como adultos.
Adaptación del texto original de Liz Ryan en Forbes, Vía:Cincodias.com
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